La idea de que los hombres podrían quedar embarazados es
poco menos que una especulación.
La posibilidad biológica del embarazo masculino se basa en el hecho de que
un pequeño porcentaje de los embarazos extrauterinos en mujeres son
viables. Los embarazos extrauterinos ocurren cuando un
embrión se implanta fuera del útero, generalmente en las trompas de Falopio,
pero también ocasionalmente en otros tejidos. Si se dejasen continuar, este tipo de embarazos,
darían lugar a hemorragias u otras complicaciones, y a la muerte de la
madre. Sin embargo, cuando estos no son detectados, un pequeño porcentaje de
estos embarazos no dan complicaciones graves y
terminan en el nacimiento del bebé, eso si, siempre por cesárea.
Cabe destacar que, el embrión (blastocisto) en desarrollo parece
tener la capacidad de generar una placenta
para apoyarlo siempre que pueda conectarse a cualquier tejido rico en vasos
sanguíneos. Parece probable que la administración de hormonas
femeninas es necesaria con el fin de fomentar la implantación y el seguimiento
de la gestación. El desarrollo de las tecnologías
de cuidados intensivos neonatales hace que este sostenimiento de la gestación
sólo sería necesario hasta aproximadamente 28 semanas de gestación.
Otra tecnología que podría hacer posible embarazo masculino y que evitaría algunas
de las dificultades descritas, son los trasplantes uterinos. Los cirujanos ya
han conseguido trasplantes de útero seguidos de embarazo en modelos animales. No parece que haya
obstáculos, en principio, para trasplantar un útero en un hombre, aunque es
menos claro si el cuerpo del hombre tendrá los recursos hormonales y
fisiológicos necesarios para permitir que un embarazo llegue a término.
Es preciso señalar, sin embargo, que existen
obstáculos médicos y éticos
significativos. La gran mayoría de los embarazos extrauterinos de
origen natural no son viables y constituyen un grave riesgo
para la salud de la madre. A menos que se pudiera demostrar que una determinada
técnica para inducir la implantación extrauterina en los hombres, evitara estos
riesgos, no sería ético tratar de
producir un embarazo masculino.
También
hay importantes obstáculos asociados con la curación de las heridas producidas
en toda la zona de implantación, después de la eliminación de la masa de la placenta tras el parto.
A las mujeres normalmente se les permite
iniciar y seguir embarazos, incluso cuando existen riesgos
significativos para su salud, siempre y cuando proporcionen un consentimiento
autónomo para hacerlo. Se reconoce que la reproducción es un objetivo de
suficiente valor como para hacer razonable correr algunos riesgos para
lograrlo. El nivel de riesgo en el embarazo masculino debería por tanto ser
reducido al nivel en el que los profesionales se sentirían inclinados a respetar
el consentimiento autónomo del hombre de la misma manera en que lo hacen con la
mujer en algunos embarazos de alto riesgo.
Hay, sin embargo, otro límite ético importante: el de bienestar del niño
que se gestaría de esta manera inusual. Una de las funciones que el útero juega
en el embarazo ordinario es proteger el
desarrollo feto de lesiones por impacto o que se dañe por compresión contra
otros órganos corporales durante el curso del embarazo. Un niño gestado en
un embarazo abdominal estaría exento de tal
protección y, por tanto sujeto a un mayor riesgo de lesiones que quizá
provocarían deformidades al nacer. Si estos riesgos son demasiado altos,
entonces no sería ético continuar
con los embarazos masculinos.
Está surgiendo un consenso en la literatura
bioética según el cual sólo es absolutamente antiético traer a niños al mundo si se sabe que estos van a tener pocas probabilidades de tener "una vida que
vale la pena vivir ", o que es probable que sientan" que habría sido
mejor si que no hubiesen nacido" Parece poco probable que este fuese el caso de
los niños nacidos de un embarazo masculino.
Por
supuesto, puede ser que se demuestra que es imposible desarrollar cualquiera de
estos procedimientos hasta el punto de que sean seguros y suficientemente
efectivos como para que sea ético
realizarlos, en cuyo caso la idea de embarazo masculino sólo pueden ser de
interés teórico.